Iniciamos una serie de publicaciones sobre la historia de la siderurgia en el País Vasco. A modo de arranque o introducción, vamos a dedicar esta primera entrega a la más primaria de las actividades vinculadas al hierro: la de su extracción de la tierra antes de ser transformado o, lo que es lo mismo, a la minería del hierro como tal.

La abundancia de mineral de hierro ha condicionado el desarrollo económico de nuestra tierra desde la Antigüedad hasta el presente. Gracias a esta riqueza mineral han sido posibles, a lo largo de los siglos, las ferrerías, las fábricas de armas, de anclas o de clavos… los altos hornos modernos con sus miles de empleados, la construcción naval a gran escala y muchas otras industrias subsidiarias.

Podemos afirmar, por tanto, que el tejido industrial característico de nuestra tierra ha sido históricamente el resultado de la presencia del hierro en nuestro suelo.

La minería del hierro en el País vasco hasta la Revolución Industrial

Sabrán vuestras mercedes que toda la tierra montuosa de
Vizcaya, lo más de ella son mineros de Hierro (…) Las piedras
que están encima en la veta son del mas fuerte y rezio hierro,
tanto que llama aquello Azero por su fortaleza

Nicolas Monardes: “Diálogo de las Grandezas del Hierro”. 1575

Las primeras evidencias que nos ha proporcionado la arqueología sobre la extracción y procesado del hierro en la zona atlántica vasca datan de la Segunda Edad del Hierro (siglo V AC). Con la llegada del Imperio Romano, las técnicas y organización de la minería se perfeccionarían. De época romana son también las primeras referencias escritas: Plinio el Viejo, en el siglo primero, nos habla de una montaña toda de hierro junto al Mar Cantábrico, refiriéndose, seguramente, a los montes de Triano, en la zona occidental de Bizkaia. El propio topónimo de Triano parece ser romano.

No existe apenas documentación escrita de época medieval, aunque nuevamente, es la arqueología la disciplina que más información nos aporta. Las excavaciones recientes no dejan de proporcionar datos sobre la extracción de hierro y su transformación, siempre a nivel local, en sencillas haizeolak o ferrerías de monte. Parece ser que los útiles producidos a partir del hierro vasco tenían gran fama incluso a nivel europeo.

Con la generalización de las ferrerías hidráulicas, desde finales de la Edad Media y hasta bien entrado el siglo XIX, las cantidades de hierro arrancadas a nuestros montes aumentarían, aunque todavía dentro de los límites propios de una economía preindustrial.

La propia abundancia y facilidad de acceso al mineral, por hallarse en la superficie, no hizo necesario el desarrollo de tecnologías complejas. La extracción era manual, a base de picos, cuñas y otras herramientas sencillas con los que se excavaban agujeros o pequeñas galerías. Cuando la labor se complicaba en una localización bastaba con comenzar a excavar en otro lugar. Está documentado el uso del fuego e, incluso, de la pólvora, para ayudar a romper en trozos más pequeños los bloques especialmente duros.

El transporte del mineral hasta las ferrerías se realizaba mediante mulas o carros tirados por bueyes. Una parte se transportaba hasta el litoral, para ser embarcado con destino a otras ferrerías del País Vasco más alejadas, y también de Cantabria, Asturias o Galicia.

La gran explosión de la minería en el siglo XIX
Como hemos visto, todavía hasta bien entrado el siglo XIX las técnicas empleadas para la extracción del mineral y para su transporte eran muy rudimentarias. Otro factor que obstaculizaba un desarrollo a una escala superior era el proteccionismo característico del régimen foral de los territorios vascos, que impedía la exportación del hierro sin elaborar (para favorecer de esta manera a las ferrerías vascas). Una última limitación venía dada por el sistema de propiedad de las minas, que era comunal. Este sistema favoreció un modo de explotación caótico, a muy pequeña escala y con escasas posibilidades de desarrollo tecnológico.

Pero una serie de factores propiciaron, a lo largo del siglo XIX, el gran salto de una economía preindustrial a otra propiamente industrial. La abolición del régimen foral tras las Guerras Carlistas (que ponía fin a las limitaciones a la exportación de mineral de hierro), la privatización de las minas, unidas a una enorme demanda de hierro de calidad por parte de Europa, como consecuencia de la Revolución Industrial (principalmente la inglesa), dispararon la demanda.

Un factor añadido vino a favorecer esta tendencia: la invención del convertidor Bessemer, en 1855, hizo del hierro vizcaíno, por su bajo contenido en sílice, el más adecuado para la transformación y, en consecuencia, el más apreciado del mundo.

Paralelamente, la siderurgia vasca experimentó un enorme desarrollo, lo que impulsó aún más la demanda del mineral. El primero horno alto fue el de la fábrica Santa Ana de Bolueta (1841), seguido de otros en los años siguientes. De la fusión de las fábricas El Carmen, La Vizcaya y La Iberia, surgiría, en 1902, el coloso industrial Altos Hornos de Vizcaya (AHV), buque insignia de la economía vasca y de todo el estado desde su fundación y hasta su cierre en 1996.

Las cifras nos dan una idea precisa de los que supuso aquel despegue. La producción estimada de hierro en Bizkaia se estima en 37.000 Tm para el año 1840. En contraste, para 1877 (una años después de la última Guerra Carlista), la cifra de producción ya asciende a 1.040.000 Tm. El registro más alto de la historia se dio en 1899, con una producción de 6.496.000 Tm.

Este desarrollo se manifestó en una transformación radical a muchos niveles: llegada de capital extranjero, explotaciones de gran tamaño con gran número de trabajadores, etc. Las innovaciones tecnológicas vinculadas al transporte del mineral cambiaron la fisonomía del paisaje incluso: ferrocarriles mineros, tranvías aéreos, funiculares (como el de La Reineta), cargaderos de mineral. El territorio al servicio de la actividad minera. Todavía hoy la imagen que nos ofrece la Ría de Bilbao es el resultado directo de ese pasado no muy lejano.

La principal transformación se dio, sin embargo, en el plano socio laboral. La llegada masiva de inmigrantes procedentes de otras partes de la península obligó a una crecimiento desmesurado y desordenado de las poblaciones existentes e, incluso, a la creación de nuevos pueblos, como La Arboleda, Gallarta o La Reineta. En estos lugares, los recién llegados soportaban unas condiciones penosas, debiendo convivir hacinados en barracones de las empresas mineras o, en el mejor de los casos, en viviendas privadas que, funcionando como posadas, se alquilaban por habitaciones a familias enteras, a las que se les daba comida, cama y, como mucho, el lavado de la ropa. Estas pésimas condiciones higiénico sanitarias favorecieron una enorme mortalidad infantil y, en consecuencia, una corta esperanza de vida general para toda la población minera.

En este contexto, las mujeres complementaban los ingresos familiares de diferentes formas. Era corriente ofrecer sus servicios para lavar o coser y, muy especialmente, para servir en casas pudientes de Bilbao, Portugalete o Las Arenas. En un nivel superior, también era algo habitual que fueran ellas las que ofrecieran hospedaje a los mineros recién llegados. Está constatado, por último, su participación en las labores de la mina, sobre todo en los lavaderos de mineral. Este era un trabajo a priori más duro, aunque con la ventaja de permitirles gozar de una mayor libertad en términos comparativos.

Todas estas nuevas realidades conformaron el lado oscuro de este tiempo de cambios vertiginosos. Unas contradicciones internas que se reflejaron en una creciente conflictividad laboral, germen del surgimiento del movimiento obrero, del Socialismo y de las primeras huelgas generales.

Los años comprendidos entre 1876 (final de la última Guerra Carlista) y 1914 (inicio de la primera Guerra Mundial) fueron la auténtica edad dorada de la minería vasca. A partir de este momento, aunque con altibajos, se inició un lento proceso de agotamiento y declive de la actividad minera. En 1967 dejó de exportarse mineral, centrándose toda la actividad extractiva en las necesidades de AHV. La última mina cerró en 1993, poniéndose así punto y final a una actividad de más de 2000 años de vida en nuestra tierra.