En el capítulo dedicado a la minería vimos cómo la abolición del régimen foral tras la victoria del liberalismo en las Guerras Carlistas, culminada en 1876, supuso la supresión de las limitaciones a las exportaciones de hierro y también la apertura de la explotación de las minas por compañías privadas.
En una coyuntura de gran demanda internacional, sobre todo por Gran Bretaña, las innovaciones tecnológicas surgidas al amparo de la Revolución Industrial dispararon, por su abundancia y calidad, la demanda de hierro vizcaíno. Este fenómeno tuvo su efecto inmediato en los modos de producción siderúrgica que se habían venido utilizando en nuestro territorio desde siglos antes. En apenas unas pocas décadas, el modelo tradicional de reducción del mineral en ferrerías se vería superado por una nueva manera de transformación, ya plenamente industrial, moderna y competitiva a nivel mundial. El horno bajo daba paso al horno alto.
Pero, ¿qué es un horno alto?
Las ferrerías tradicionales y, aún antes, las haizeolas, contaban con hornos en los que el mineral de hierro era sometido a un proceso de reducción que lo libraba de sus impurezas (las escorias), aunque sin llegar a fundirlo. En los altos hornos modernos, en cambio, el método es indirecto, dando como resultado una materia, aún no definitiva, llamada arrabio. Este arrabio se compone de entre un 91 y un 94 % de hierro, mezclado con pequeños porcentajes de carbono, manganeso, azufre, fósforo y silicio. Al no ser, todavía, un producto adecuado para el uso, debe ser trasladado a convertidores, que son los que lo transformarán en acero.
Los hornos altos son construcciones que pueden alcanzar hasta 30 metros de altura. Están construidos con material refractario y tienen forma de cubeta, con una boca en la parte superior por la que se introduce el mineral. En su interior se generan temperaturas muy altas, más elevadas cerca de la base, lo que produce un efecto diferencial, de arriba abajo, en diferentes fases. En la parte superior se produce la reducción del mineral, en la zona media se disuelve el carbono, y se inicia un proceso de fusión que posibilita el sangrado de las escorias. En la parte más baja, a temperaturas de unos 2000 grados, se produce la fundición propiamente dicha, quedando el arrabio como resultado final.
El boom de los hornos altos
El primer horno alto en funcionar a pleno rendimiento en Bizkaia fue el de la fábrica Santa Ana de Bolueta, cuya puesta en funcionamiento data de 1846. En los años sucesivos surgirían otras fábricas: Nuestra Señora del Carmen (1854), origen de la futura Altos Hornos de Bilbao; la Vizcaya (1882), la Iberia (1890) o la Basconia (1892). De la fusión de las empresas Recalde, Samnta Águeda y Castrejana nacería, en 1901, la Sociedad Echevarría para aceros especiales. En términos generales, podemos decir que el gran despegue del sector siderúrgico vizcaíno tuvo lugar entre 1876, con el final de la última Guerra Carlista, y 1902, año de la fundación de Altos Hornos de Bizkaia.
El gran coloso: Altos Hornos de Vizcaya (AHV)
En 1854, la sociedad Ybarra Hermanos y Cía levantaban la fábrica Nuestra Señora del Carmen en Barakaldo. Tres años más tarde, esta misma sociedad instalaría el primer convertidor Bessemer en su planta de Guriezo (Cantabria). En 1882 la sociedad pasaría a llamarse Altos Hornos de Bilbao y, de su fusión con La Vizcaya, creada en 1882 y La Iberia, fundada en 1890, surgiría, en 1902, Altos Hornos de Vizcaya.
AHV fue, desde su fundación y hasta su cierre definitivo en 1996, el verdadero buque insignia de la industria vasca, un enorme motor que consumía, por un lado, al mineral de hierro de nuestras minas, y por el otro, nutría del acero que producía a los sectores metalúrgico y naval.
Su situación en la margen izquierda del Nervión ha contribuido en gran medida a dar forma a localidades como Barakaldo o Sestao y a la misma Ría, dando empleo a miles de personas durante generaciones. Una parte de estas gentes procedía del País Vasco, si bien, la mayoría la constituían migrantes de otras partes del estado, que venían a esta tierra en busca de oportunidades. De su mestizaje surgiría una nueva forma de identidad, muy rica, mezclada y, sobre todo, orgullosa del importante papel que desempeñarían en el desarrollo de la economía de Bizkaia.
El final de una época
Aunque sujeto a lógicos vaivenes, consecuencia normalmente de coyunturas internacionales, el sector siderúrgico vizcaíno mantuvo su pujanza durante buena parte del siglo XX. A partir de 1974, sin embargo, una serie de factores confluyeron hasta desencadenar una crisis que acabaría resultando fatal. El encarecimiento de los precios de las materias primas y de la energía, el fin de las limitaciones que el régimen franquista imponía a los salarios, junto a una fuerte contracción en la demanda, sumieron al sector en una situación desesperada. Ni las ayudas públicas ni los distintos planes de reconversión lograrían frenar el declive.
La Marcha del Hierro fue una histórica manifestación de protesta realizada en 1992 por los trabajadores del sector siderúrgico del País vasco y Asturias. Miles de personas recorrieron a pie los 400 kilómetros que separan Sestao de Madrid. Esta marcha se convirtió en un símbolo de la lucha obrera y de la resistencia de una comunidad que se enfrentaba a la desindustrialización y a un futuro incierto.
El 23 de julio de 1995, el Alto Horno 2 de Altos Hornos de Vizcaya en Sestao se apagó definitivamente, marcando el fin de más de un siglo de producción siderúrgica en la región. Este cierre simbolizó la culminación de la desindustrialización en el País Vasco. El apagado del horno no solo significó la pérdida de miles de empleos, sino también el fin de una era que había definido la identidad y la economía vizcaína y vasca durante generaciones.